Las emociones importan

Habíamos planificado ese torneo y ese viaje con mucho esmero. Era una instancia clave para poder “medirnos» antes de nuestra competencia en el Campeonato Sudamericano de nado sincronizado en marzo. Sabíamos que este torneo en Chile era fundamental para entender cuál era nuestro nivel fuera de Uruguay. Y como se disputaba en enero, nos permitía conocer a nuestras rivales de cerca a poco tiempo de tener que enfrentarlas.

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Entrenamos como nunca, muchas horas, con mucha dedicación, en plenas vacaciones.

Nos subimos al ómnibus rumbo a Santiago de Chile, nos esperaban dos días de viaje, pero con la expectativa y el entusiasmo que teníamos no nos afectaba.

El viaje de mis emociones

«Somos seres emocionales»

Al llegar a Santiago, la primera gran sorpresa fue que la piscina en la que íbamos a competir era abierta, fría y sin líneas de referencia. Muy distinta a la piscina en la que entrenábamos en nuestro club. Eso me generó algo de inseguridad.

El día de mi competencia de rutina lo recuerdo como si fuera hoy. Sabía que me estaban mirando las mejores de Sudamérica y, al igual que yo, todas estábamos comparándonos y, eso me generó mucha presión. Cuando empiezo mi rutina me pasa algo espantoso: por algún motivo me desoriento, me pierdo, me quedo en blanco, paralizada, sin saber cómo seguir. No lo podía creer, había dedicado tanta energía a prepararme para esto, había dado todo en los entrenamientos y había sacrificado tantas otras cosas. Y lo que hice en esa rutina fue horrible. ¡Salí última…! ¡Última! No solo me había defraudado a mí misma sino a mi entrenadora, a mis compañeras, a mi familia y a todos los que habían confiado en mí. La experiencia que viví en Chile fue desgarradora, frustrante y traumática. 

Lloré los dos días de viaje de vuelta en ómnibus a Montevideo. Mi madre, que me había acompañado, intentaba alentarme, me decía que la piscina era nueva, que no tenía rayas ni puntos de referencia y que el agua era turbia. Yo no tenía consuelo. Sabía que yo era la responsable de ese desastre y eso era lo que más me dolía. Así no podía competir en el sudamericano.

A la vuelta de Chile, seguía muy afectada por ese fracaso. Nunca había sentido esa sensación de derrota, de frustración, ni tanta angustia y tristeza. Estaba muy enojada conmigo y sentía el fracaso. Tenía miedo de lo que podía pasar y la incertidumbre de si llegaríamos al sudamericano de la manera que lo habíamos imaginado o si sería una nueva derrota. Recuerdo que, por un momento, sin darme cuenta, quedé en shock, paralizada sin saber si valía la pena seguir adelante. Un cúmulo de emociones negativas me gobernaban y me generaban en una enorme frustración. 

Aprendí a manejar mis emociones

“Somos seres emocionales que aprendimos a pensar”.

Las emociones importan y mucho. Los seres humanos nos movemos a base de combustible emocional. Nos entusiasman los logros, el reconocimiento y las imágenes positivas del futuro. Pero también nos afectan los fracasos y las malas noticias. Los seres humanos somos una “bocha” de emociones que nos invaden y que muchas veces nos gobiernan.

Al borde de no continuar, un día pensé que, si aun quería realmente tener una participación digna en el Sudamericano, de alguna manera tenia que recomponerme. Lo determinante en ese momento era tratar de lidiar con las emociones que me invadieron. Tenia que manejar mis emociones para que no me bloquearan y pudiera seguir adelante.

Trate de aclarar mis pensamientos y de poner foco en esos 2 meses que teníamos para mejorar. Buscamos una piscina abierta similar a la de la competencia y comenzamos a entrenar allí, nos apoyamos en especialistas de muchos temas. Hicimos una preparación física específica, practicamos en clases de ballet nuestra expresión, trabajamos con una nutricionista y con una psicóloga deportiva. Todas estas acciones eran muy importantes para mejorar, pero mirado en perspectiva, tan importante como eso era el manejo de mis emociones.  

De alguna manera la responsabilidad, el equipo y la imagen del sudamericano nos ayudaron a seguir. Nuevamente, otro conjunto de emociones que nos movieron para continuar adelante.

La palabra emoción deriva del latín emotio, que significa movimiento, impulso. Las emociones pueden acelerarte hasta tu máxima capacidad, es como cuando ponemos en un auto la quinta velocidad, pero también pueden ser tu punto muerto o tu marcha atrás. Y gestionarlas es un gran desafío.

¿Cómo logré manejar mis emociones?

A lo largo de mi viaje hacia el sudamericano aprendí varias técnicas para gestionar mis emociones:

  • Intenté reconocer mis emociones: me esforcé en entender ¿qué estoy sintiendo? Le puse nombre a las emociones que sentía. Traté además de expresarlas de la mejor manera posible. Dejé de esconderlas o eliminarlas. Me di el permiso de sentirlas como mi enojo, mi miedo y mi angustia.
  • Observé objetivamente lo que realmente estaba pasando: muchas veces mis pensamientos y paradigmas no me dejaban ver lo que realmente estaba pasando. Y me esforcé en entender el hecho de forma objetiva, tal cual es y no cómo pensaba que era. Aprendí a basarme en realidades y no en opiniones. Lo que había pasado en Chile no era lo que ocurría todos los días. Tampoco afectaba en nada mis posibilidades en el sudamericano. Y por lo tanto no era una derrota, tenía otra oportunidad, haber perdido allí no significaba que hubiera perdido todo. Podía revertirlo.
  • Construí en mi propia visión positiva del futuro: sabía el poder que tenía mi imaginación. En ocasiones el fantasma de Chile me invadía y pensaba que me podía volver a ocurrir lo mismo. Pero cuando me daba cuenta de esto, me esforzaba en visualizarme en el campeonato, haciendo una rutina perfecta y me conectaba con las emociones que eso me traería. Hasta que me convencí de que me podía ir muy bien. Imaginarme en el sudamericano me hacía sentir confiada, me motivaba.
  • Aprendí a dar un paso a la vez: me dí cuenta que cada paso importa, cada movimiento, cada acción. Me enfoqué en ese próximo paso y en celebrar cada avance. No dejé que las emociones me paralicen, traté de vencer los miedos y accionar. Primero tuve que ganarle al frío en la nueva piscina abierta en donde comenzamos a entrenar. Un pequeño gran paso. Y así seguí mi camino, un paso a la vez.
  • Me apoyé en otros: el equipo, nuestra entrenadora, nuestra familia, hasta la persona que nos abría la piscina a las 6:00 de la mañana, eran aliados en este viaje. Ellos querían ayudarme querían que me fuera bien. Sentir su apoyo, su aliento permanente y su confianza, me recargaron las pilas y aumentaron mi responsabilidad.

Te cuento esta historia porque todos tenemos en algún momento en nuestros roles algún fracaso que nos genera emociones que a veces nos paralizan o que nos impiden ver el futuro con claridad. En ese momento es bueno intentar reconocer esas emociones y seguir avanzando hacia donde nos gustaría llegar, un paso a la vez.

Te cuento mi historia porque ahora quiero invitarte a ti a manejar tus emociones. Te invito a que dejes de ocultarlas y las reconozcas. Te invito a que abandones tus paradigmas y te esfuerces en observar de forma objetiva lo que está ocurriendo. Te invito a que construyas tu propia visión de tu futuro y a moverte hacia ella dando un paso a la vez. Te invito a que ganes tu propio campeonato.

Si querés saber más sobre el manejo de emociones, podes leer la Guía de consejos prácticos Adaptarse al cambio es la única opción.


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