La escalera a la libertad

La madurez de las personas al momento de armar un equipo de alto desempeño.

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La escalera a la libertad

Hace algún tiempo me crucé con el concepto de “la escalera a la libertad”. Cuando una persona empieza a dar sus primeros pasos laborales es probable que esté en el primer escalón: “Espero y hago”. En este escalón la persona espera a que alguien le indique qué hacer y luego lo hace. Un tiempo después es probable que suba al segundo escalón: “Pregunto y hago”, aquí en lugar de esperar, pregunta qué hacer y luego lo hace. El tercer escalón es: “Sugiero y hago”. En este escalón ya no pregunta solamente, sino que sugiere qué es lo que hay que hacer y luego lo hace. El cuarto escalón es “Hago e informo” y, finalmente el último escalón es “Hago”. Este concepto tan simple realmente quedó marcado a fuego en mí. Al fin y al cabo nuestro rol como líderes es acompañar a las personas que nos rodean a subir su “escalera a la libertad”.

Los líderes quieren trabajar con personas competentes y autónomas 

¿A qué persona en un rol de liderazgo no le gustaría tener a todo su equipo en el último escalón? Imagínese rodeado de un equipo en donde todos hacen lo correcto en forma autónoma, sin que se nadie tenga que intervenir. Pero cuidado, porque se necesita subir esta escalera en forma ordenada para que el efecto sea el deseado. Porque si una persona que no tiene mucha idea del contexto, de la organización, de los clientes, de la cultura y de los procesos empieza por el último escalón, probablemente cometerá errores graves y tendremos problemas. Nuestro rol como líderes es acompañarlos a subirla en forma ordenada, asegurándonos que está listo para el siguiente escalón, intentando hacerlo lo más rápido posible.

La madurez de la personas y el estilo de gestión

Existen algunos jefes que no logran hacer que las personas de su equipo pasen los primeros dos escalones, en ocasiones porque tienen tendencia a hacer micromanagement. Existen otros que se quieren ir directo al último escalón, mandando a la guerra con un escarbadientes a quienes los rodean. Para lograr acompañar a nuestros colegas a transitar esta escalera con éxito necesitamos ajustar nuestro estilo de gestión tomando en consideración la madurez de cada una de las personas con las que trabajamos.

La madurez de los equipos

Enrique Baliño tiene una analogía muy clara cuando se trata de entender cuál es el rol de los líderes cuando hablamos de equipos. La fase inicial la llama “la fase caterpillar”.  Al igual que un tractor, en esta fase los líderes tienen que empujar con todas sus fuerzas y al mismo tiempo guiar al equipo. La segunda fase la llama “la fase locomotora”. En esta segunda fase el líder debe ir adelante, guiando, pero aprovechando la fuerza y el empuje de todos los miembros de su equipo. La tercera y última fase la llama “la fase brújula”. En esta fase cada uno de los miembros empuja y guía en forma autónoma y recurren al líder ocasionalmente cuando quieren algún consejo.

¿Equipos autogestionados?

Hoy existen discusiones sobre la importancia de tener equipos autogestionados. ¿Quién podría estar en desacuerdo con esto? El problema real es ¿cómo logramos que los equipos lleguen a ese estadío? Algunas personas sostienen que los líderes sólo deben decirles el “qué” a los equipos y no decirles el “cómo”. Pero he visto equipos fracasar con esta estrategia cuando asignaron personas con poca experiencia a proyectos complejos asumiendo que van a poder con ese gran desafío. Otros no creen en este enfoque y aplican un estilo de gestión rigurosa. También he visto equipos fracasar con este enfoque cuando no aprovechan toda las fortalezas del equipo o cuando algunas personas clave con mucha experiencia abandonan el barco pues no soportan el micromanagement

El estilo de gestión a utilizar depende de la madurez de las personas y de los equipos

Al momento de liderar un equipo tenemos que tener en cuenta la madurez de las personas que lo forman y la madurez del equipo como un todo. Tenemos que ajustar nuestro estilo a la situación. Nuestro rol como líderes es acompañar a cada una de las personas y al equipo como un todo en este viaje. Tenemos que ayudar a que cada uno suba su propia escalera, quizá primero empujando. Pero lo que te termina convirtiendo en líder es lograr salirte del medio y dejar que ellos caminen solos y brillen.

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