La pasión
Un querido amigo me dijo una vez que hay dos cosas que generan una pasión increíble en las personas, a tal punto de hacerlas casi irracionales: el deporte y la música. ¡Es verdad! Las personas que se sienten identificadas con un equipo deportivo o con un grupo musical desbordan de pasión. Ambos son capaces de llenar estadios, hacerlos gritar, emocionarse hasta las lágrimas, generar esa adrenalina y entusiasmo antes de cada partido o del concierto, y movilizar a las personas para hacer cualquier cosa con tal de estar ahí, ese día, a esa hora.
Es cierto que esta pasión a veces excede ciertos límites y lleva a las personas a hacer locuras, comportamientos no deseados, hasta incluso fuera de la ley. Obviamente, esa pasión desmedida no es buena. Sin embargo, estoy seguro de que a todos los que tenemos la responsabilidad de llevar organizaciones adelante, nos encantaría que nuestros equipos sintieran una sana pasión. En el otro extremo están esos equipos donde a nadie le importa nada, simplemente hacen su trabajo y listo, donde la mentalidad es ¡que los demás hagan lo suyo!, donde las personas hacen todo lo posible para trabajar lo mínimo, es decir, equipos sin pasión.
La pasión no se genera con procesos
Hemos trabajado con muchos colegas que han comenzado con un emprendimiento, un startup. Comienzan siendo un equipo de tres o cuatro personas, sin procesos, sin infraestructura, pero dejando todo en la cancha para perseguir sus sueños. He podido sentir claramente en la mayoría de estos equipos una enorme cantidad de “pasión”. También hemos trabajado dentro de grandes empresas, donde todo está definido, están claros los procesos, hay tecnología, oficinas hermosas, cada uno tiene sus metas claras, su rol claro. Y debo confesar que me he encontrado, en más de una ocasión, equipos sin corazón, sin entusiasmo, sin pasión, y me he hecho varias veces la pregunta ¿cómo puede ser que en una organización enorme donde está todo definido, hay planes para todo, muchísimos recursos, haya equipos donde la gente no vibre, mientras que en otro, donde no hay casi nada definido, hay una incertidumbre brutal y los recursos son escasísimos, la gente tenga esa pasión desbordante? Sin lugar a duda los procesos y las metas son importantes en una organización, pero estos ejemplos demuestran que la pasión surge de un lugar distinto.
En el libro Algo + Grande, el poder del equipo para lograr lo imposible y en nuestro taller 6 Claves para Desarrollar un Equipo presentamos las herramientas que se necesitan para generar la pasión y conectar a los miembros del equipo a un nivel mucho más profundo, de manera de generar una conexión emocional diferente. Quiero compartir algunas ideas para ayudarlos a liberar esa pasión.
Un deseo compartido
Cuando deseamos algo intensamente, nos entusiasmamos. Esa imagen nos moviliza y nos da la fuerza para luchar hasta conseguirlo. Una forma de despertar el deseo es darnos tiempo para soñar, salir del día a día y pensar qué nos gustaría lograr de aquí a algún período más lejano (dos, tres, cinco años). Esta es una de las actividades que hacemos para despertar el deseo compartido en un equipo. Invitamos a todos los miembros del equipo a soñar juntos, les pedimos que escriban una imagen positiva del futuro, algo que los entusiasme y que lo escriban como si ya hubiera ocurrido. Necesitamos que todos estemos comprometidos con el mismo sueño y por eso, no lo puede hacer solo una persona del equipo y “vendérselo” a los demás. Lo tienen que construir en conjunto, porque la gente se compromete con lo que ayuda a construir.
El propósito común
Otra actividad muy poderosa para generar un deseo compartido es indagar sobre los intereses de cada una de las personas, las preferencias, los gustos. ¿Qué realmente los haría felices en su trabajo? Cuando comenzamos a hacer este tipo de preguntas buscamos descubrir el propósito del equipo. ¿Para qué vale la pena venir a trabajar todos los días? ¿Qué valor estamos generando para los que nos rodean? ¿Por qué y para quién es importante nuestro trabajo? El propósito generalmente está escondido en lo que nos gusta hacer y en darle algo valioso a alguien que nos importa. Por ejemplo, uno de mis propósitos más importantes es ser un buen padre, apoyar a mis hijos en todo lo que pueda, con educación, salud, amor. Pero además de padres y madres tenemos otros roles, por ejemplo, en nuestras carreras, en nuestros trabajos. Deberíamos tener un propósito ahí también. Recuerdo a un equipo de arquitectos que les pedimos que escribieran su propósito común. Empezaron diciendo que ellos eran los responsables de hacer planos importantes. Hasta que les preguntamos ¿por qué estudiaron arquitectura? y la conversación cambió, terminaron descubriendo que en realidad “son los que se imaginan la ciudad antes que nadie y luego la hacen realidad”. Cuando una declaración de este estilo entusiasma a todos los miembros del equipo, entonces han descubierto el propósito común, otro ingrediente clave para despertar la pasión. Los invitamos a que descubran y escriban juntos su propósito común.
Sentirnos identificados
El propósito común y la visión del futuro compartida son poderosos, pero de nada sirven si no nos sentimos identificados con nuestros colegas, si nos sentimos “sapo de otro pozo”. Por eso es tan importante generar otra conversación para indagar sobre los valores que nos distinguen como equipo. Seguramente en el equipo haya personas muy distintas y, eso es muy bueno porque necesitamos habilidades complementarias para entregar más valor que el que produciríamos solos. Pero en algunas cosas no puede haber diferencias y acá nos referimos a los valores compartidos. Hemos visto equipos que hablan de valores como algo etéreo con frases del estilo “lo que pasa es que se han perdido los valores” o “fulano no tiene los valores”. Este es un tema tan importante para generar la conexión emocional que esto no puede estar dejado al azar o pensar que los valores son algo sobre lo que no se puede hacer nada. En este tema hay que tomar acción. La forma de hacerlo es nuevamente conversar con todos los miembros del equipo y acordar una lista clara de 4 o 5 valores que todos los miembros del equipo tienen que vivir en el día a día. Esto no puede ser hecho en forma liviana sino yendo al detalle y describir cuáles comportamientos específicos se esperan de sus colegas y cuáles no están dispuestos a tolerar.
La pasión se contagia con conversaciones y acciones
Nuestros padres, abuelos y amigos, a través de sus palabras, sus historias, y, sobre todo, a través de sus acciones, contagiaron en nosotros muchas de nuestras pasiones, como por ejemplo el amor por un equipo deportivo o por un grupo musical. Nosotros también podemos construir esa pasión en nuestros equipos de trabajo. Para hacerlo, debemos tener conversaciones sinceras y profundas para acordar un deseo compartido, un propósito común y los valores del equipo y luego demostrar con cada acción y con cada decisión que ese acuerdo no quedó en una conversación, no fue sólo un papel, sino que vive en nosotros todos los días y es, en definitiva, lo que verdaderamente nos hace vibrar, lo que despierta nuestra pasión.
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