Del Saber al Hacer … ¡qué trecho!

¿Cómo alguien que sabe mucho sobre un tema y que predica constantemente sobre ese tema, no pone en práctica sus conocimientos? O peor aún: ¿Cómo puede alguien que sabe mucho sobre un tema y que predica constantemente sobre ese tema, comportarse exactamente opuesto a lo que predica?

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Para ser competente no basta con saber; es imprescindible hacer.

¿Cómo alguien que sabe mucho sobre un tema y que predica constantemente sobre ese tema, no pone en práctica sus conocimientos? O peor aún: ¿Cómo puede alguien que sabe mucho sobre un tema y que predica constantemente sobre ese tema, comportarse exactamente opuesto a lo que predica?

Cuántas veces nos hemos encontrado con personas que saben mucho de algo y dan consejos y pretenden enseñar una forma de ser o hacer. Sin embargo, en su trabajo, se comportan de manera muy diferente a lo que dicen. Sus actos están reñidos con su prédica.

El famoso: “haz lo que yo digo no lo que yo hago”. Cuando vemos personas, en cualquier posición de la organización, que contradicen sus palabras con sus actos, estamos frente a individuos en los que no podemos confiar.

Confianza: Justo x Honesto x Competente

La confianza es ese valor básico, fundamental en un equipo. Sin confianza, imposible construir un equipo sólido.

La confianza no se decreta, se construye y lleva mucho tiempo hacerlo. Solo cuando un individuo es Justo, Honesto (con honesto queremos decir: auténtico, genuino) y Competente, en forma sistemática, puede generar confianza en otros. Y se requieren los tres componentes a la vez. Por eso la fórmula de la Confianza es: Justo X Honesto X Competente. (el álgebra es magnífica – cero por cualquier cosa, da cero).

La disfunción de decir una cosa y hacer otra, termina por hacer no confiable a un individuo. Rompe la confianza por el lado de no ser Honesto (Genuino).

Pero, además, la rompe por no ser Competente. Esas personas que saben muchísimo, quizás al principio, puedan deslumbrar con su profundo conocimiento del tema. Parecen muy inteligentes. Pero finalmente, terminan no siendo Competentes. Porque no ponen en práctica todo eso que pregonan.

“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica.” Aristóteles

Ganar, ejecutar, apoyar al equipo

En su libro “Algo más Grande. El poder del equipo para lograr lo imposible” Gonzalo Noya ilustra, con una fórmula sencilla, qué quiere decir ser competente: la fórmula Ganar, Ejecutar, Apoyar. Y describe el concepto de la siguiente manera:

Ganar:

Lo primero que todos los miembros de un equipo deben hacer es “ganar” en su puesto, o sea lograr el resultado que se espera de su posición. El responsable de entregar un proyecto en una fecha determinada gana cuando entrega el proyecto en esa fecha. Un vendedor gana cuando logra el objetivo de ventas que tiene asignado para el período.

Ejecutar:

Si una persona no ganó, más vale que haya ejecutado. ¿Qué quiere decir? Si el responsable del proyecto no lo entregó en fecha, decimos que ejecutó si hizo todos los deberes, o sea, planificó de acuerdo con lo que dicen los estándares de la organización, siguió de cerca el avance del proyecto, tomó acción rápidamente, se esforzó. En definitiva, ese individuo hizo todo lo que estaba a su alcance para lograrlo … Si una persona no logró los resultados, no hay excusa que valga. Lo único que vale es haber “dejado todo en la cancha”. Aquellos que, en lugar de dar lo máximo dan excusas, no son buenos jugadores. Una persona que pierde algún partido, pero ejecuta, es valiosa para el equipo.

Ayudar al equipo:

Puede ocurrir que una persona no gane y que tampoco haya ejecutado en su puesto … La única razón válida es que haya dedicado su tiempo a hacer otra cosa: apoyar al equipo. Hay momentos complicados en los equipos, en los que la mejor decisión es que alguien abandone su puesto para que el equipo gane, que alguien se “sacrifique”. Todos podríamos entender que un golero vaya a cabecear en los descuentos de un partido si el otro equipo está ganando. Y, si no cumple con su rol porque nos hacen otro gol en el contrataque, todos podemos entender que no ganó y no ejecutó. Pero es porque existe una situación crítica y el equipo decide que sea así. Pero es necesario hacer una precisión. A veces las personas se escudan en la ayuda que le dieron al equipo para justificar que no ganaron ni ejecutaron en su rol. Descuidan su rol sin consultar al equipo y sin asegurarse de que sea una situación crítica, y esto no los hace buenos jugadores para el equipo, sino todo lo contrario.”

— del libro «Algo más Grande. El poder del equipo para lograr lo imposible,» por Gonzalo Noya.

Existen situaciones peores, con personajes nefastos, que saben mucho pero que no cumplen con ninguno de estos tres factores: no logran los resultados en forma reiterada (o sea, no ganan) y además, por la razón que sea, no “dejan todo en la cancha” (o sea, no ejecutan) y, finalmente ni siquiera apoyan al equipo brindando su conocimiento. Personajes así destruyen los equipos.

Pero, en primer lugar, son incompetentes.

¿Cómo puede alguien que sabe mucho de algo no ser competente?

Ser competente: Actitud x Conocimiento x Habilidad

“El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra.” Platón 

La razón es muy simple: un error común es pensar que la capacitación o el saber son suficientes. El saber es necesario, vital, pero no suficiente para que alguien sea competente.

Cuando hablamos de ser competente, hablamos de alguien que quiere, sabe y puede hacer. Una competencia es el resultado de Actitud X Conocimiento X Habilidad (otra vez, ¡qué fascinante el álgebra!).

Si bien el conocimiento es fundamental, básico, necesario e imprescindible, sólo el conocimiento no hace a una persona competente. De hecho, la experiencia que ha tenido una persona es mucho mejor predictor de una competencia. Mucho mas allá de sus logros académicos o de la educación formal recibida.

Por eso, cuando se evalúan las competencias, si se analiza solo la formación, se estaría evaluando solo una parte del desarrollo. Los desafíos a los que se enfrentó la persona explican mucho mejor la madurez profesional que ha adquirido hasta ese momento. Es un indicador más preciso del nivel de desarrollo de sus competencias técnicas y sociales.

En definitiva, del saber al hacer, hay un gran trecho.

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