Si no eres humilde, es muy difícil ser aconsejado. Si no puedes recibir consejos, es muy difícil mejorar
Jay Wright
Cuanto más éxito, más posibilidades de creérsela, más posibilidades de caer en la soberbia. El único antídoto: la humildad. La actitud de mejora continua requiere tener humildad genuina. No importa cuán bien hayamos hecho algo, no importa cuán bueno sea nuestro nivel de maestría en un tema, necesitamos continuamente aprender. Para quienes tienen cargos de dirección de personas y equipos, en particular, la humildad es un valor superior porque les permite ser mucho más conscientes de sus propias debilidades. Cuando esto ocurre se dan cuenta que necesitan rodearse de gente mejor que ellos. La humildad genuina los ayuda a apreciar las fortalezas de los demás y a centrarse en los resultados deseados para el equipo, más que en sus propios intereses.
Muchas personas en posiciones de jerarquía tienen miedo a decir no sé o necesito ayuda porque sienten que pierden autoridad, sienten que se exponen y se muestran vulnerables. Este es un mito bastante generalizado. Nadie espera un superhombre o una supermujer en ningún rol. Esperan a un ser humano, con sus virtudes y sus defectos a quien le demandarán mucho para poder confiar en él o ella. Ser genuino y confesar, sin vergüenza nuestra ignorancia no es un signo de debilidad, sino de inteligencia.
Por eso no hay que confundir humildad con debilidad. Los mejores líderes que he conocido escuchan mucho, aceptan las críticas, reconocen sus limitaciones, aprenden y tienen la capacidad de cambiar y mejorarse. Se rodean de gente mejor que ellos, justamente por esa humildad, que los hace buscar lo mejor para la organización. Pero en los momentos en los que se necesita, muestran su carácter y toman decisiones difíciles. No les tiembla el pulso.
Aquellos que no cultivan la humildad en forma genuina, nunca se transformarán en buenos líderes. Aquellos que no toman decisiones difíciles, tampoco.
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