Hace un tiempo, facilitando una sesión para una importantísima empresa mexicana que opera en toda Latinoamérica, sobre Actitudes, Liderazgo y Cultura, explicábamos el concepto de la humildad de los buenos líderes. Esa necesaria convicción que te baja a tierra para que no “te la creas”.
Les decíamos a los participantes en la sesión (más de una centena de ejecutivos de toda Latinoamérica), que una de las virtudes de los buenos líderes era tener personas en su equipo que tuvieran el valor de decirle, en forma franca, clara y con respeto, lo que hacen mal y les contaba cómo eso me había ayudado a mí a crecer, gracias a mis colaboradores.
Esa noche, cenando y charlando con ellos sobre la sesión, uno de los participantes se acercó a mí y me comentó que le había encantado ese comentario. Hablamos sobre la importancia de tener jefes que escuchan el feedback y de tener a alguien (o alguien-es) que sean capaces de animarse a decir “se equivocó, jefe”. De repente, otro de los participantes intervino en la conversación diciendo: “¡Sí, claro! Es importante que alguien le diga al jefe: “¡la vaca!”.
“¿Perdón?”, pregunté. “Sí, es clave que alguien se anime a decirle al jefe: LA VACA”, me contestó, poniendo el énfasis en “la vaca”. Confundido, le dije, “discúlpame, pero no entiendo”, pensando que había comprendido mal. En Latinoamérica hablamos tantos idiomas “españoles” que uno nunca se acostumbra a todas las palabras o expresiones. Y le pregunté: “¿la va-ca?” (separando bien las sílabas para ver si había entendido bien), y me respondió: “sí, la “vaca… ¡la va a cagar!”. Con lo que nos arrancó una carcajada y nos reímos un buen rato comentando la atinada expresión.
Desde entonces, uso esa “metáfora” como forma de ilustrar la necesidad de tener gente que te diga si vas por mal camino. Así que, asegúrate de tener a alguien que, genuinamente, sin pelos en la lengua y con ganas de ayudarte a ser un mejor jefe (de ayudarte en este viaje a buen líder), se anime a decirte: “jefe, ¡la vaca!”.
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