El libro de quejas (de la guía “Cómo construir las 4 actitudes para el éxito” publicado por Xn Publishing).
Las quejas
“¿Quién serías si dejaras tus quejas?” ~ Alan Cohen
Todos nos quejamos en algún momento. Es natural sentirse frustrado cuando algo no sale como esperábamos. Cuando creemos que algo nos perjudica sin merecerlo, nos quejamos. Quejarse, cuando corresponde, ante quien corresponde y de la manera que corresponde, es lógico y está bien. Lo que no está bien es el deporte de quejarse de todo y de todos. Hay personas que se especializan en quejarse de lo que otros hacen o no hacen, de las cosas que pasan o de las que no pasan. De lo que otros tienen y que, debido a eso, pueden hacer cosas que ellos no pueden. De todas las circunstancias que los rodean. ¡Pueden quejarse hasta de la rotación de la tierra!
Muchas personas, sin darse cuenta quizás, dejan crecer en su mente la queja sistemática y el inconformismo estéril. Gastan enormes cantidades de tiempo y energía en encontrar lo que está mal en todo, a señalarlo y a quejarse de ello. Solo se quejan, sin hacer algo al respecto. Aunque la mayoría de las veces sea sin causa, ahí estará el quejoso para vomitar su inconformidad. Han adquirido un hábito nocivo, que no conduce a nada y que lleva al deterioro personal. La queja sistemática es autodestructiva, agota, deprime. Estas personas se pierden de apreciar lo bueno que existe y, por eso, en general viven amargados, ahogados en su queja.
Los pálidos
Esa queja es pariente cercana de la excusa. Es la manifestación airada que evidencia un pretexto escondido. Es el disfraz construido a medida para justificar la inacción. Suele ser la herramienta que usan los mediocres para justificar sus fracasos. Ni las quejas, ni las excusas han arrimado a nadie a conquistar sus sueños. En el Río de la Plata a esas quejas estériles las llamamos “las Pálidas”. Y, a esos quejosos, “los Pálidos”.
Los pálidos necesitan eco y por eso, para conseguir apoyo social, manifiestan sus pálidas a todas las personas que los rodean. Terminan siendo molestos, tóxicos. Llega un triste momento en que las pálidas solo le importan a quienes las dicen.
El libro de quejas
En el pasado, los comercios tenían un libro de quejas en el que los clientes podían expresar su disconformidad con los productos o servicios que habían recibido. Los comerciantes podían extraer información valiosa para mejorar lo que hacían. También podían encontrar quejas sin sentido, escritas por algún «pálido». Si los «pálidos» se tomaran el tiempo de escribir todas sus quejas diarias en un libro como ese, quizás podrían darse cuenta del daño que se hacen a sí mismos y a los demás. Sería bueno rescatar la vieja costumbre del libro de quejas y usarlo para reflexionar sobre nuestras quejas y buscar soluciones constructivas.
Quejarse, cuando corresponde, ante quien corresponde y de la manera que corresponde, está bien. Pero el deporte de quejarse de todo y de todos solo nos lleva al deterioro personal y a la insatisfacción. ¿Quién serías si dejaras de quejarte y te enfocaras en buscar soluciones en lugar de buscar culpables?
